viernes, 22 de agosto de 2008

Cenicienta por fin habla

Hola a todas,

Por lo que sé, a la única que el verano le ha transformado es a nuestra querida pitonisa, que ahora come chocolate y helados. Creo que deberíamos de aprender de ella, es decir, en concentrar todos nuestros pensamientos que tenemos al día en disfrutar del placer de comer ya sea un helado o una hamurguesa del Torta Rica.
Creo que tenemos más de 50 pensamientos al día, sobre todo de tipo regresivo al pasado:

- Si no me hubiera dejado de gustar XX, cuando él me pidió rollo, le hubiera dicho que sí
- Si no me hubiera enamorado de XX, a lo mejor estaría ahora con el otro XX
- Si cuando él me dijo que buscara trabajo por Pamplona, yo lo hubiera interpretado como simple amistad, a lo mejor estaría trabajando en otro sitio y no me hubiera llevado un gran desengaño después
- Si todos hubiéramos sabido que el del 11 b es un cabrón, Laurita ahora no estaría sufriendo por amor
La cuestión es que a la hora de tomar una decisión en un momento dado, lo hacemos según lo que creemos en ese momento, aunque después, con el tiempo, a lo mejor nos damos cuenta que no era la cosa como nosotras lo veíamos. Esta situación dolorosa puede provocar una inseguridad en nosotros mismas para el resto de decisiones a tomar.
Yo animo a todas a asumir lo que en un momento dado hemos hecho o vayamos a hacer, procurando que nos afecte lo menos posible y tener el pensamiento puesto en lo que está por venir, sin dar tantas vueltas al pasado...

jueves, 21 de agosto de 2008

Para la personita que hay dentro de Laurita Palmer

Querida Laurita:
Cuando me dijiste que ibas a iniciar una nueva etapa en tu vida: Exploradora del mundo hetero, me reí, pero intuí que, antes o después tendría que recogerte en pedazos. Me jodió pensarlo de antemano, me jodió que te fueras, pero recé lo que sé y lo que no, para que te fuera bien. Sin embargo, conociéndote como te conozco y conociendo lo que conozco a los hombres, sabía que ninguno está lo suficientemente preparado como para entender la personalidad, y la tuya es superlativa. También supe que nunca sabrían apreciar lo que se esconde detrás de esos ojos azules, que a veces permanecen impávidos ante situaciones aterradoras, porque la procesión va por dentro. Es lo que eres: una película. Tomar café contigo es una película, pero nadie se da cuenta hasta que te esfumas y desapareces. Es entonces cuando una tiene esa sensación de vuelta a la realidad que sientes al salir de los cines y ver que nada ha cambiado aunque haga unos minutos creyeras estar en otro mundo. Creo que contigo descubrí la melancolía.
Sin embargo, empezaste con pie firme tu incursión en este nuevo mundo. Tres años, ¿no? Supe que no llegaría a mucho más. Al principio te vi ilusionada; después, te calmaste; tuviste un momento de exaltación, que espero algún día me cuentes a qué se debía, para caer después en la más profunda de las tristezas. Pero te rehiciste, y seguiste con esa relación que ya no te aportaba nada. Y lo sabes.
Te embarcaste en otra de otra naturaleza. Peligrosa. No estás hecha para esas cosas... Elegiste mal, muy mal, y lo supiste desde el primer momento, pero ya era tarde. Ponías demasiado y recibías poco. Te lo decía y lo veías pero, como exploradora que eres, te metiste en el rol de la amante, que no amada, y te equivocaste. Y ahora ha venido la otra, que te ha rematado.
Por eso, cuando me llamaste el otro día ahogada, me dieron ganas de matarte porque te lo había advertido. Me dolió que, a pesar de todo, me hablaras con ironías y sarcasmos porque te conozco y sabía lo que eso significa, igual que sé qué significa tu intención de estar sola. Aunque ya te digo que eso no se elige y que no lo vas a conseguir. De todos modos, aunque tú ahora mismo ni lo quieras, ni me quieras, yo estoy aquí, a todos los niveles y en todos los planos. Supongo que quizás no podré recomponerte el corazón, que te lo han partido ya unas cuantas veces, pero estoy dispuesta a mimarlo si decides explorar de nuevo esa parte del mundo.
No sé si estoy haciendo bien en escribirte esto, por ti y por mí, pero te agradecería que no lo borraras, por lo menos para que lo leas cuando lo necesites y para que, al tener este soporte, lo veas de otra manera: "Desde arriba, como decía Valle Inclán", que es lo que dice la personita que hay detro de Laurita Palmer.

M.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Es el dulce, no los hombres

¿No lo notáis? la elevación de las temperaturas, elevan algo dentro de nosotras o por lo menos de mi, la pitonisa del cuarteto, que hace que me sienta enamorada, eso o que las vacaciones me atontan y me hacen sentir cosas que no me corresponden. Porque yo me pregunto, y enamorada ¿de quien? No entiendo porque mi cuerpo vive en tensión y suspira ante cualquier situación o momento o mirada. Chicas creo que es simplemente el amor,..., el amor al verano, a las vacaciones y a los helados. EL DESEO POR EL DULCE MÁS BIEN, creo que ese es mi amor. Sí sí el dulce, eso de lo que nuestros padres nos reprimieron tanto de pequeños y que ahora nos han convertido en pirañas enfermas y obsesionadas por dicho manjar. Es comer un helado yyyyy puff que momentazo!!!!! Se lo he consultado a mi moneda, de la cual ya os iré hablando, y me dice que es simplemente motivado por el verano, que no me preocupe, que para la vuelta estaré de nuevo rígida como una pared o una tabla o un cuchillo para cortar kakis. En fin, sea por el verano o no, yo estoy acumulando kilos y mi enamoramiento está creando dependencia al armario de la cocina justo el de encima del frigorífico. Ayyyy que suspiros…… no os confundais no son los hombres simplemente comeros una onza de chocolate y olvidareis a pedro, juan y lucas.

PRINCIPIOS BÁSICOS

Nuestra experiencia en los lares amorosos nos ha llevado a elaborar una lista con los Principios Básicos que toda mujer debe seguir en el terreno de Cupido:

  • Intenta no arrastrarte: piensa antes de responder su sms, de llamarle de forma compulsiva...
  • "Yo me dedicaría sólo a él si me quisiera como me tiene que querer, pero como no lo hace, que le den por culo". Oda de nuestra Samantha a la infidelidad.
  • No conocer a las amantes de tus amantes, sobre todo si eres escrupulosa.
  • Dejar pasar 48 horas mínimo entre polvo y polvo (con distintos amantes, se entiende).
  • No permitas que piense que le estás dando a elegir entre su madre y tú. Sé sutil.
  • No tomes decisiones mientras estés con la regla. Y, por si acaso, usa máscara de pestañas waterproof.

martes, 12 de agosto de 2008

No es Laurita quien habla...

... Sin embargo, llega un momento en el que tienes que tragarte todo lo que has estado diciendo. Es el momento en el que te das cuenta de que, a pesar de evitarlo con todas tus fuerzas, has caído. Ese momento es crítico. Eres consciente de que estás empezando a perder los papeles, de que empiezas a arrastrarte, y no sólo eso, sabes que serías capaz de hacer un Norma Duval y dejar la revista por esa persona.
Esto no quita que tengas momentos de frialdad y pienses que no es amor lo que sientes, sino que estás enganchada sexualmente. Te preguntas si serás una fresca, pero te respondes que no, que eres una confusa. Y sigues tu periplo por el campo de los sentimientos, de los "aquí te pillo aquí te mato" (en la escalera, en el sofá, en la terraza, en la cocina...), del desayuno con tostadas, leche de soja y zumo Don Simón... Es entonces cuando le pides que te unte el pan con la mermelada de naranja amarga, que nunca te ha gustado, pero que se ha convertido en tu favorita. Y le besas mientras mastica la suya, y no te da asco. Y no es que no te dé asco porque sepas que hace media hora le estabas comiendo otra cosa, sino que no te da asco porque empiezas a estar a otra altura y hasta te parece romántico.
Sin embargo, esto no sería lo que es si no existiera la escena del lavabo. Cuando esta escena tiene lugar, es porque has caído de patas. Tras el desayuno y el pegajoseo de la mermelada, del te quito las migas, del te doy un beso... vas a lavarte las manos. ¿Por ti mismo? Él sí, pero tú no. Tú te acercas y le lavas las manos y le dejas que te las lave. Y te duele el pecho. Acto seguido vienen los dientes... Y los dos, como hicieron María José Galera y el Lechón en GH1, nos los lavamos mirándonos al espejo mientras nos hacemos monerías... ¡Qué monos!
Sientes que la estás cagando y piensas: "¿Pero tú eres tonta...?" Y sí, lo eres, pero eres consciente de que todavía no te has puesto el tanga y vas a caer de nuevo, así que prefieres obviarlo y dejarte llevar.
Te duele el pecho... Sí. Te duele entre el corazón y el pecho derecho, y ese dolor te sube hasta la garganta... Te duele cuando te abraza, cuando esconde su cabeza entre tu hombro y tu cuello, cuando te besa, cuando te baja los pantalones mientras friegas los platos o mientras abre la nevera diciendo que no tiene leche de soja pero puede ofrecerte un batido que no hay quien se lo beba (también de soja).
Y es que lo ves tan guapo... Te gustan tanto sus ojos pequeños y sus labios enormes y su lengua cortada... que te tiene que doler el pecho aunque no quieras. Hasta tal punto que le gastas por enésima vez la misma broma y él se ríe. Y tú también, claro. Te ríes antes de comértelo a besos.
Piensas si te estarás equivocando, pero cuando descubres que no puede untarte de protector el pecho porque se pone, sabes que no, que no te equivocas. Al igual que cuando, tras un viaje agotador, te prepara un gazpacho y una tortillita francesa. O cuando estás enferma y te da besos y besos consiguiendo que se te pase el dolor... O cuando recuerdas que el mejor regalo del mundo te lo hizo él y fue una caja grande llena de cremas, colonia, espumillón, canicas y atún. ¡Qué ilusión te hizo! ¡Cuánto lloraste...! Y lo echaste tanto de menos esa noche y las siguientes que durante tres meses te dormiste pensando que te estaba abrazando. Es increíble, pero a 3.000 km se nota el calor. Cuando recuerdas todo esto, sabes que no te equivocas, y decides hacer más el ridículo, por lo que escribes una carta en un idioma horroroso, el suyo, y se la lees una noche de verano. Y tras eso, se te cae el mundo encima porque sabes que, al igual que el mundo, tú también has caído. Lo has acojonado, pero ¿qué te crees, que yo no estoy acojonada? Pues claro que sí.
Mucho.
Laurita Palmer.